Es decepcionante que los robots parezcan... robots. Que hoy aún sigan moviéndose y comportándose como humanoides tullidos
Amigo robot
NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL
5 MIN 00 SEG
¿Para qué querría yo un robot? Para que planche. Por más que intento alejarme de esta respuesta automática y pedestre, y fuerzo la imaginación para encontrar modos más inteligentes de aprovechar las asombrosas posibilidades de la tecnología robótica, termino regresando siempre a esa necesidad básica y vital. No se me antoja que un robot haga mi trabajo -escribir esto, por ejemplo-, porque me gusta hacerlo y no estoy tonto. Ni tampoco ninguna tarea que me daría vergüenza no hacer por mí mismo, como sacar un refresco del refri o llevar a lavar el coche. (De hecho, ahora que lo pienso, cuando llevo a lavar el coche la mayor parte del trabajo corre por cuenta de un robot, la maquinaria que enjabona y frota y enjuaga y seca, mientras yo nomás estoy aplastado y mi única labor es no pisar el freno en lo que el coche recorre ese tracto intestinal de foquitos y rodillos y chorros de espuma y agua). Entiendo que muchas personas estarán en condiciones de aprovechar de modos incontables los servicios de un robot, pero algo me hace sospechar que tendrían que ser solamente personas con alguna discapacidad. El resto, si hemos de ser francos, los usaríamos principalmente por haraganería -que es la razón inocultable de que sólo piense en la planchada, aunque tampoco es para tanto: con musiquita o una buena serie el rato se pasa volando.