Los hombres somos una raza de seres absurdos. Las leyes implícitas en la teoría de la evolución no aplican bien con nosotros. A los hombres la supervivencia es lo último que nos importa. Podemos aceptar que la mitad del mundo muera de hambre, enferme de influenza, o se hunda en una crisis financiera global, pero, en cambio, no podemos aceptar la deslealtad de un ídolo. No nos podemos quedar sin todas nuestras más absurdas esperanzas alrededor del futbol.