China-EU, ¿guerra comercial?
OPINIÓN INVITADA / Arturo Oropeza García EN MURAL
En su libro La Tierra es Plana, T. Friedman relata que China en los setenta, en el marco de su precaria situación económica, comentaba que primero le tenía miedo a ese lobo occidental-americano, que ganador de la Segunda Guerra Mundial dominaba la escena global. Que en los ochenta, en la celebración de su primera apertura y reforma económica, quería ser amigo del lobo, bailar con él a fin de facilitar la llegada de inversiones extranjeras y agilizar su proceso de integración global. Pero desde los primeros años del nuevo siglo, en la fortaleza de su milagro económico, a lo que China ya aspiraba era a ser el lobo de sus temores del siglo XX.
Lo anterior se comentaba en China con la mayor prudencia, en el marco de la política de recato y mesura impuesta por Deng Xiaoping en su estrategia de los 28 caracteres, a través de la cual recordaba a todo su gobierno hacer frente a los diversos actores y eventos externos con tranquilidad; ocultando las capacidades; manteniendo un perfil bajo, sin liderar reivindicaciones y llevando a cabo operaciones de carácter modesto, a fin de que el desarrollo económico chino se llevara a cabo sin mayor sobresalto frente a los diversos poderes occidentales. Como se sabe, en 2012-2013, con la llegada de Xi Jinping al poder y con él de una nueva forma de conducir y enfrentar el desarrollo de China, en sus diferentes discursos y libros sobre el Nuevo Sueño Chino, sin asomo de duda la nueva administración ha venido anunciando para 2049, a cien años de la celebración del triunfo de la Revolución China, la confirmación del liderazgo global y económico del país asiático a través del "sueño más grandioso abrigado por esta desde el inicio de los tiempos modernos".
Dice Hobsbawm que "Los pioneros de la globalización pueden convertirse en sus víctimas" y sorprendentemente, desde la primera reforma y apertura china de los setenta, ni Nixon, Carter, Reagan, H.W. Bush, Clinton, Bush, Obama e incluso el mismo Trump, en medio de su parafernalia contra China, se han dado el tiempo y generado el análisis suficiente que les permitiera, desde el siglo pasado, establecer con objetividad la verdadera dimensión de la civilización vigente más antigua del mundo, y de las intenciones de liderazgo de un país asiático que desde el derrumbamiento de sus murallas en 1978, bajo un sentimiento histórico de reivindicación, ha ido consolidando su fortaleza económica y subiendo el tono de su discurso global, hasta llevarlo hoy a la posible recuperación de un liderazgo geopolítico con características chinas, cuyo mayor antecedente es haber dominado en el terreno económico el 90% de nuestra era moderna.
Es obvio que lo que enfrenta el mundo hoy no es una simple guerra comercial entre dos potencias por el mercado del mundo. Desde este primer escenario se debate de una manera más compleja el liderazgo geopolítico y tecnológico de la primera mitad del siglo entre dos civilizaciones, que no países, donde China tiene muy claro su objetivo, definida su estrategia y controlada su estabilidad política. Mientras tanto, Estados Unidos, incluso Europa, todavía dudan de las intenciones hegemónicas de China, al igual que en medio de sus contradicciones, a la fecha carecen de una hoja de ruta de estrategia geoeconómica y geopolítica para mitad de siglo.
Tal vez lo que ha ayudado a que este fenómeno geopolítico haya escalado a los niveles de hoy se encuentre en las propias consideraciones que nos comenta Hobsbawm, en el sentido de que "la mayoría de los estadounidenses (ya) no están interesados en el imperialismo ni en la dominación mundial en los términos de gobernar al mundo". Y en ese sentido, parece que una guerra de tarifas arancelarias, por más fuerte que sea, no será suficiente para contener lo que algunos autores ya reconocen como la inevitabilidad asiática.

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