Crecí en una familia profundamente religiosa, en donde ir a misa era parte del día, tanto como tomar el desayuno, comer o cenar. Alguna vez, en esa comunidad de feligreses, sucedió que "alguien", un personaje aceptado y frecuente católico por demás, comenzó a asistir a dos o tres misas diarias, siempre participando en la recolección de las limosnas. Esto no tardó en levantar sospecha y entre los monaguillos, el sacristán y las señoras devotas, pronto descubrieron que ese deseo tan fervoroso de colaborar estaba motivado por la sustracción de algunos billetes y monedas para uso personal.
Sofía Orozco
Es tapatía, chef repostera por casualidad y periodiquera por afición. Desde una perspectiva ciudadana, analiza y critica lo cotidiano.