Es una dicha tener un lugar donde pasear por sus calles es retroceder el tiempo, oír el grillo y las cigarras que espolvorean un manto sonoro que envuelve la tarde, llena las tapias de sillar, postigos de ensueño y aromas de azahares que transforman el paseo en una sola cosa: la añoranza. Este lugar mágico es y será la Villa de Santiago.