Como fervoroso aficionado al Liverpool debo admitir que lo sucedido el martes fue uno de los más grandes e increíbles capítulos en la historia del equipo, una combinación perfecta de verticalidad del equipo, actitud de entrega de los jugadores, empuje desde el minuto 1 por ir al frente, armonía perfecta con el ambiente en el estadio y también una dosis de suerte de que, el rival de enfrente, nunca se sintió cómodo, nunca encontró un equilibrio en el campo, un ritmo de partido que nos pudiera nulificar y que el mejor jugador del mundo, que porta la 10 del Barcelona, no salió en su noche.