Desde el 29 de octubre de 1965, el escenario ha sido su pasión. En él encontró un refugio seguro, un espacio de expresión, un ambiente para la creación en colectivo y por 60 años ha vivido en ese estado de representación.
Héctor Monteón ha sido actor, declamador, director, titiritero, promotor, maestro. Pero sobre todo, ha sido un loco del teatro -y lo dice con orgullo.
No es una metáfora casual: su obra más emblemática, "El Diario de un Loco", de Nikolái Gógol, rebasó las 600 funciones y marcó un carrera de la mano de su hermano, Humberto, quien lo dirigió en el camino.
Pero la verdadera locura de Monteón no está en los personajes que interpretó, sino en su empeño en sostener una vida entera dedicada al arte escénico, muchas veces contra viento, sistema y presupuesto.
"Uno no se jubila del teatro", dice con la voz de quien lleva más de medio siglo en los escenarios.
"La obra tiene que evolucionar, debe escenificarse muchas veces, tiene que madurar y para ello hay que seguir creando espacios para la escena local, porque desde hace tiempo los foros institucionales han cortado drásticamente las temporadas regulares"
Héctor MonteónRol de la persona citada

Escena de la obra ''El Diario de un Loco'' con Héctor Monteón.
Nació en Nogales, Sonora, en 1949, y desde 1963 su vida se ancló en Guadalajara, donde su destino se dividió entre dos vocaciones inseparables: la docencia y el teatro.
Desde el magisterio -donde fue maestro normalista, director de escuela, supervisor y jefe de sector- y desde los escenarios, Monteón levantó una obra que no solo formó espectadores, sino generaciones enteras de artistas.
"El magisterio y el teatro son mi vida, nunca los separé porque ambos los inicié al mismo tiempo. De hecho, empecé con el Taller de Teatro de la Escuela Normal de Jalisco, junto con mi hermano Humberto, con quien empecé estas andanzas", describe Monteón.
Aunque su primer contacto con el escenario fue incluso anterior, en la infancia.
"Mi escuela primaria tenía un teatro enorme, para mil personas. Yo veía el escenario oscuro, misterioso y ahí me empezó a llamar la atención. Lo oscuro del teatro me sedujo desde niño", recuerda entre risas.
Desde entonces, Monteón supo que el aula y las tablas caminarían juntas.
"En la Normal me conocían por mis cursos de teatro, por declamar. Ya desde estudiante ponía mis obritas. No hay una línea divisoria entre el teatro y el magisterio: lo que aprendí en uno lo aplicaba en el otro", narra.
En los años sesenta, mientras el teatro tapatío se organizaba entre instituciones y pasiones, Monteón formó parte de la Compañía de Teatro y del Teatro Guiñol del Instituto Jalisciense de Bellas Artes.
"Fuimos muy afortunados, porque muy rápido nos invitaron a la compañía titular de Bellas Artes. Yo tenía apenas 17 años y ya estaba trabajando con los grandes de la escena", abunda.
A lo largo de su trayectoria, trabajó con niños ciegos, enseñó a declamar y recorrió pueblos con las Brigadas de Teatro de la Conasupo (empresa estatal que ofrecía alimentos básicos a bajos precios) llevando funciones a comunidades rurales en tiempos donde el arte se entendía como servicio público.
En 1972, esas brigadas lo marcaron para siempre: de esa experiencia nació El Caminante, su grupo independiente, símbolo de una ética teatral sin concesiones.
"Caminábamos de pueblo en pueblo. Así nació El Caminante: de andar, de buscar, de no quedarse quieto. Era un teatro para la gente, no para los salones cerrados. Y de ahí me quedó el nombre, porque el teatro también es eso: una caminata que no se detiene", evoca.

Casa de Teatro El Caminante, de Héctor Monteón.

Casa de Teatro El Caminante, de Héctor Monteón.
Durante las décadas siguientes, El Caminante se volvió una institución dentro de la independencia teatral jalisciense, con la que montó más de 80 obras, 12 de ellas con más de 100 funciones, entre ellas "Karin", "Los Cuervos Están de Luto", "La Mamá del Cura", "Las Mariposas son Libres", "Cena para Dos", "Cuidado con el de los Cuernos", entre otras.
En una época en que sostener una temporada de 20 funciones era una proeza, Monteón rebasaba las 100, incluso las 300. En 2010, "El Diario de un Loco" alcanzó 500 representaciones en la Sala de Cámara del Teatro Degollado, un hito sin precedentes y siguió con varias temporadas más hasta que alcanzó las 650 funciones.
Esa obra fue toda una experiencia de vida, expresa el teatrista.
"Empezamos en 1999, con mi hermano Humberto dirigiendo. Duramos 15 años con ella, más de 600 funciones. A veces me preguntan cómo se hace para mantener una obra tanto tiempo. Yo digo: con locura. Porque hacer teatro en México siempre ha sido cosa de locos", subraya.
Pero Monteón no fue solo un hombre de tablas: fue también un hombre de instituciones. Condujo el programa Ventana al teatro por XEJB; editó la revista Escena entre 1978 y 1980; dirigió el área de teatro del Instituto Cultural Cabañas; coordinó grupos de teatro infantil de del Fondo Nacional para Actividades Sociales (Fonapas); fue Director de Cultura del Ayuntamiento de Guadalajara y funcionario en la Secretaría de Educación y Cultura. En todas esas áreas llevó su idea más persistente: el teatro como herramienta de formación.
"Aprendí muchas cosas del magisterio que me sirvieron para el teatro, y del teatro que me sirvieron para enseñar. Es un diálogo continuo. Por eso digo que soy un profesor raro, medio loco, quizá, porque siempre he vivido entre las dos cosas"
Héctor MonteónRol de la persona citada
UNA CASA PROPIA

Héctor Monteón, presenta libro Casa de teatro el Caminante.
Su proyecto más íntimo llegaría en el año 2000, cuando al fin concretó un sueño de 30 años: tener un espacio propio. Así nació Casa Teatro El Caminante, un refugio abierto oficialmente el 15 de febrero de 2001.
Extraoficialmente, sus puertas se habían abierto desde septiembre de 2000, dando cabida a las más diversas expresiones del teatro local. Desde el principio, Monteón impuso una sola regla: respeto al público.
"Nunca se trató de cobrar más o de hacer negocio, el requisito era que los artistas respetaran al público y que las obras pudieran madurar con el tiempo y las funciones. Yo no ganaba nada. Lo hacía por amor al escenario, por esta locura que me acompaña desde niño", expresa.
En 15 años de vida, Casa Teatro El Caminante, que cerró oficialmente en marzo de 2015, se convirtió en un foro alternativo con actividad constante.
Por su entarimado pasaron casi 55 mil espectadores, ahí se celebraron maratones de comedia, exposiciones, concursos de teatro, conciertos, presentaciones de libros y hasta montajes de altares de muerto.
Por sus tablas desfilaron 68 compañías independientes, tanto amateurs como consagradas, bajo la dirección de 66 creadores como Alicia Yapur, José Lira, Fausto Ramírez, Mary Paz Gómez Pruneda, Eduardo Villalpando, Gabriela Araujo, Moisés Orozco, Carmen Pérez Borrayo, entre muchos otros.
" Siempre soñé con un espacio donde el teatro pudiera ser libre. Casa Teatro no tenía lógica de selección. Era un lugar para aprender en las tablas, con respeto al público y entre amigos. Un refugio", resalta el teatrista.
Héctor MonteónRol de la persona citada

Casa Teatro el Caminante en 2015.
Durante sus 15 años de actividad formal, Casa Teatro El Caminante fue uno de los núcleos más activos del teatro jalisciense: cinco festivales de monólogos, 13 ediciones del Maratón de la Comedia, dos Encuentros con el Teatro Jalisciense, presentaciones de libros y revistas, y un total de 174 obras montadas, de las cuales 89 fueron estrenos o reestrenos. En sus paredes quedaron impresas décadas de esfuerzo colectivo, risas y muchos aplausos.
Monteón no solo dirigía o actuaba; también barría el escenario, pintaba el vestíbulo, acomodaba las sillas.
"Yo disfrutaba todo: pintar, barrer, reunirme con los amigos. Era mi casa. Lo disfruté mucho. A veces pienso que si pudiera volver, lo haría, pero solo no puedo. Necesitas equipo, apoyo. Pero el deseo sigue ahí", define.
Esa entrega cotidiana lo define más que los premios, aunque los haya recibido: el Galardón al Mérito Teatral (2010), reconocimientos de Teatristas Unidos de Jalisco y de la Secretaría de Cultura, entre muchos otros. Lo suyo ha sido, desde siempre, un trabajo de locos, una vocación que desafía la cordura administrativa del arte.
Bajo esa idea es que el teatrista también ha documentado su trayectoria y la de su propio espacio, que reunió en el libro "Casa Teatro El Caminante", que compila notas periodistas, fotografías, numeralias y anécdotas sobre los 15 años de ese espacio independiente, que presentó este 29 de octubre en el Ex Convento de Carmen.
Cuando se le pregunta por el estado del teatro hoy, Monteón sonríe: "El mejor teatro siempre es el que se hace en el presente. Lo importante es estar. No tenemos derecho a arrimarnos al olvido", advierte.
Esa insistencia -esa locura lúcida- resume la vida de Héctor Monteón. Un profesor que entendió que el teatro no se impone: se comparte. Que el escenario, al final, es un aula más, y que cada función, como cada clase, es un acto de fe.