Casi 60 días pasaron para regresar, para escuchar el "¡Tigres, mi buen amigo...!" al darse el pitazo inicial, para volver a abrazar a los amigos al grito de gol, para la cerveza, las risas, maldecir al aire y después, al finalizar el partido, por sólo el hecho de llevar los colores de nuestro equipo, volver a sonreír.