Un 4 de diciembre, hace 165 años, fue promulgada la Ley de Libertad de Culto en México. Aunque en estos días su nombre y aplicación suenan como algo lógico, moderno, indispensable e incluyente, en aquel tiempo la realidad nacional y la opinión pública al respecto eran muy distintas. A mediados del siglo XIX, cuando menos el 98% de los mexicanos se declaraban abiertamente partidarios de una sola religión, por lo que la opinión de la jerarquía de esta Iglesia romana tenía mucho peso e influencia, lo cual no era del agrado del gobierno de aquel tiempo, por lo que este promulgó la Ley de Libertad de Culto junto a otras Leyes de Reforma que hoy nos parecen -salvo lo relativo al despojo a la Iglesia de sus propiedades- bastante razonables, coherentes y alineadas con los valores del respeto, la inclusión, la diversidad y la tolerancia, que en la actualidad no pueden faltar en ninguna democracia.