OPINIÓN

Libertad de Expresión

OPINIÓN INVITADA / Gabriela Warkentin EN MURAL

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Telésforo Santiago Enríquez fue asesinado el pasado jueves.

Telésforo Santiago Enríquez, fundador y director de la radio Estéreo Cafetal "La Voz Zapoteca", fue asesinado el pasado jueves en el estado de Oaxaca.

Y, salvo honrosas excepciones que lamentaron y condenaron el asesinato del periodista y activista, el debate (es un decir) en este genérico inasible que se llama "redes sociales", giró en torno a si el crimen era muestra de la incapacidad del gobierno actual o si era una herencia más de la corrupta decadencia de los regímenes anteriores. Salvo honrosas excepciones, los bandos antagónicos se sirvieron de la tragedia para seguirse batiendo (nunca mejor dicho) en avanzada. Y es que la dinámica del grito herido en que se ha convertido la conversación pública es ya tal, que no hay manera de escuchar ni de sentir más allá de la propia estridencia.

Urge nos demos cuenta de ello.

Telésforo y todos los periodistas y activistas asesinados en los últimos años merecen se condenen las agresiones en su contra, se exija justicia, se hable de su trabajo, se visibilicen las precarias condiciones en que laboran, se denuncie la fragilidad del terreno social y simbólico sobre el que operan. No se merecen convertirse en pretexto de manidos ataques a diestra y siniestra.

Apenas este 3 de mayo pasado se celebraba el Día Mundial de la Libertad de Prensa al que convoca la UNESCO desde hace décadas. El lema de 2019: Medios de comunicación para la democracia: periodismo y elecciones en tiempos de desinformación. Y en diferentes manifestaciones locales con motivo de esta conmemoración se recordó que México sigue siendo uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. Artículo 19, organización que se dedica a la defensa de la libertad de expresión y acceso a la información, tiene documentados 125 periodistas asesinados en México de 2000 a la fecha en posible relación con su labor periodística. Esa es la realidad del trabajo de los profesionales de la información en nuestro país. Y esa realidad exige que le prestemos atención en sí misma y la abordemos desde la perspectiva del flagelo que significa para la salud de cualquier democracia.

El ecosistema informativo en que vivimos se ha hecho cada vez más complejo. ¿Cómo hacer para asegurar un ambiente que permita la investigación, el debate, el disenso y la crítica tan necesarias para la consolidación de sociedades plurales? No ayuda a ello la impunidad que arropa a quienes cometen crímenes. No ayuda, tampoco, alimentar la aversión social contra medios o comunicadores como hace, por ejemplo, el propio presidente López Obrador. También creo que el tiradero de bilis en que se han convertido hoy las "benditas" redes sociales impide discusión pública alguna. Y puedo entender que haya quienes decidan salirse de Twitter o de Facebook porque el encono se vuelve insoportable (eso sucede, por cierto, en todo el mundo). Sé bien que el jaloneo por los recursos públicos para medios de comunicación tradicionales y emergentes toca la existencia misma de muchos de ellos. En fin, que son diversas las razones por las que se fragmenta la mirada y se distrae la atención. Por eso la importancia de no soltar la pregunta: ¿cómo hacer para asegurar un ambiente que permita la investigación, el debate, el disenso y la crítica tan necesarias para la consolidación de sociedades plurales?

Reenfoquemos la mirada. Volteemos a ver lo que pasa en las plazas, en las calles, en el México informativo que ha sido invisibilizado y silenciado. Que el asesinato de Telésforo Santiago Enríquez y de tantos otros nos indigne lo suficiente como para construir país, no para seguir destruyéndonos a tuitazos.

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