OPINIÓN

Mucha chamba

Manuel J. Jáuregui EN MURAL

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Indicadores recientes que pintan una radiografía de nuestro desempeño económico (pobre) y de la insalubre condición económica de una de las empresas gubernamentales más importantes para la vida económica nacional (PEMEX) resultan ser claros sobre la enorme cantidad de chamba pendiente que debe enfrentar el Gobierno de AMLO.

No decimos -que quede claro por aquello de que hay quienes en este país gustan de revivir los zombies de 1870 y ello cuando estamos en los albores del 2020- que esta condición negativa descubierta -o destapada- en el primer trimestre del nuevo Gobierno sea necesariamente imputable a éste.

Meramente señalamos que la pendiente que hay que escalar para que México retome el sendero noble y terso del crecimiento y el desarrollo estabilizador, se nos presenta como una pendiente considerable. La condición no está de "¡enchílame estas gordas!", más bien está de "¡ah, chivitas, y cuándo se puso tan caprino este asunto!".

Lo del crecimiento del PIB nacional en el primer trimestre ya lo vieron, apenitas, muy apenitas, positivo. Y no es lo único que pinta como Siqueiros, del carajo, tenemos ahí la revelación del desempeño (que en este caso debe leerse como des- empeño, o falta de empeño) de la paraestatal PEMEX.

¡Está para llorar y no parar a la Sara García! Olvidándonos de que PEMEX operó con pérdidas en el primer trimestre del 2019 (más de 35 mil millones de pesos) hay tres datos que nos parecen importantes y que resumen el preocupante derrotero que ha tomado dicho monopolio estatal, toral para la economía mexicana.

1. La producción petrolera: misma que declinó un 11.8 por ciento con relación al mismo periodo del año anterior.

2. Que el 87 por ciento de la deuda total de PEMEX está denominada en dólares y asciende a 106 mil 500 millones de los mismos.

3. Que las ventas de PEMEX, internas, de combustibles cayeron en el País un 16.3 por ciento en el primer trimestre comparadas con el mismo periodo del año anterior.

En suma, PEMEX está produciendo menos crudo y además vende menos gasolina. Ello al mismo tiempo que encara una deuda en moneda extranjera de fenomenales dimensiones. Enfrenta pues PEMEX la "tormenta perfecta" como para llevarla a su hundimiento, esto es, la quiebra.

La receta para salvarla suena obvia y fácil: ¡Incrementen la producción de crudo y las ventas internas para aumentar el flujo! Ello, sin crecer la deuda, y todo el tiempo con los dedos cruzados rezando que el Peso no se tropiece: una tosida de la paridad y en un santiamén la deuda se torna impagable.

De nueva cuenta: es obvio que la precaria situación de esta antes considerada la empresa "gallinita de los huevos de oro" mexicana es la consecuencia de décadas de descuido y varios sexenios de descarado pillaje. No es una novedad, ni se gestó en los últimos tres meses. No, es algo que venimos arrastrando desde hace tiempo: vamos, PEMEX era un toro estoqueado hasta la gavilla al que Emilio Lozoya Austin llegó a darle la puntilla.

Tristemente, pero es la realidad, esta pesada bestia moribunda le vino a caer en el regazo al actual régimen, a quien le toca la nada fácil ni envidiable tarea de revivirlo, y de ser posible restaurarlo a su previo estado saludable y productivo, cuando contribuía la tercera parte de los ingresos federales y era con más de 3 millones de barriles diarios de producción de crudo una de las principales petroleras del mundo.

El dilema para el régimen morenista, les debe quedar claro, estimados amigos, es el siguiente: Pemex requiere una transfusión de sangre urgente (dinero) para explorar y explotar nuevos yacimientos, al tiempo de competir con servicio y precio con las petroleras extranjeras independientes que han sentado sus reales en México para competirles en el mercado de las gasolinas, pero esta transfusión no puede provenir de endeudamiento.

¿Qué le queda entonces? ¡La inversión vía asociaciones! Concretamente la Inversión Extranjera Directa (otro factor económico que se ha caído) con todo y la resistencia que haya al respecto.

No hay otro camino, entre más demoremos en aceptarlo más difícil resultará posponer el arrastre para sacar a la bestia inmóvil del ruedo, pues en un instante pasará de contribuir al show a ser un abultado estorbo.