Si en México hubiese un concurso de mentiras, el propio Pinocho entraría en último lugar: el largo de su nariz palidecería ante las protuberancias gigantescas y grotescas que portan nuestros políticos. Cómo nos gustaría que los ciudadanos pudiéramos obligar a nuestros gobernantes a ESCUCHAR. Haciéndolos comprender que fueron elegidos para SOLUCIONAR problemas, no para mentir negando que existen.