OPINIÓN

Preso político

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Catón EN MURAL

3 MIN 30 SEG

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"¡Si vuelves a besarme así seré tuya para toda la vida!". Eso le dijo con apasionado acento la linda Susiflor a Libidiano, avieso y lujurioso galán. Preguntó él: "¿Cómo debo besarte para que seas mía sólo este fin de semana?"... En la plaza principal del pueblo el pomposo candidato a alcalde decía uno de sus repetitivos discursos de campaña. Peroró: "¡Les está hablando un hombre honesto!". La señorita Peripalda, catequista, había sacado su perico a la ventana a fin de que tomara el sol. Escuchó el loro las palabras del político y gritó a voz en cuello: "¡Mentiroso! ¡Eres ladrón y ratero!". Los asistentes al mitin rieron el grito del cotorro, y algunos aplaudieron su inesperada intervención. El orador, mohíno, continuó: "¡Seré un alcalde laborioso y eficiente!". "¡Hablador! -profirió desde su percha el pajarraco-. ¡Eres más güevón que Bartolo el de las pastorelas, y más pendejo que el ángel de la guarda de los Kennedy!". Nuevas risas y renovado aplauso de la gente. El político, encalabrinado, hizo una seña a sus guaruras. Uno de ellos fue con la señorita Peripalda y la amenazó: si no metía al perico le retorcería el pescuezo. La piadosa catequista se asustó, pues el polizonte no precisó si a ella o al cotorro. Apresuradamente se lo llevó a la parte trasera de la casa y lo echó al corral de las gallinas. El gallo vio a aquella extraña ave de plumaje verde y fue hacia el cotorro con intención evidentemente lúbrica. "¡Momento! -exclamó con imperioso tono el loro al tiempo que alzaba un ala para detener al gallo-. ¡No vengo de prostituto! ¡Estoy aquí por mis ideas políticas!"... Calógero, varón con experiencia, casó con Vivantina, joven mujer que de la vida sabía mucho, y del mundo un poco más. Al empezar la noche nupcial el desposado tomó por los hombros a su flamante desposada y le hizo a bocajarro esta pregunta: "¿Eres virgen?". "No -respondió ella lisa y llanamente-. Y tú tampoco eres San José. Pero los dos andamos de suerte: ésta es noche de bodas, no de posadas"... Doña Cholita, madre inocente, les comentó a sus amigas: "Mi hijo se hizo novio de una muchacha que ha de ser de Libia. Deduzco su nacionalidad porque todo mundo me dice que es liviana"... La mujer de don Chinguetas lo pone a veces en apuros. El otro día le pidió que fuera a la tienda de ropa para dama y le comprara un brassiére. Algo turbado el señor le dijo a la dependienta: "Quiero un brassiére para mi esposa". "Cómo no, caballero -respondió la muchacha-. ¿De qué número es su señora?". Ante esa pregunta don Chinguetas se aturrulló aún más. Balbuceó, confuso: "De dos, como todas". (Un cierto amigo mío opina que las copas de tequila han de ser como el busto femenino: una es muy poco, y tres son demasiadas)... Él medía 2 metros de estatura; ella 1.50. Enamorado, él le propuso matrimonio. Ella lo rechazó. "No hacemos pareja. La gente se reirá de nosotros". Adujo él: "Que eso no te inquiete. Después de casados nunca saldremos juntos". (Mi abuela Liberata, mujer sabia, tenía una nieta menudita, pequeñita, cuyo novio era muy alto; ella apenas le llegaba un poco más arriba de la cintura. La mamá de la muchachita se apuraba por esa diferencia, pero mamá Lata la tranquilizaba: "No te preocupes, hija. Con que los centros se junten aunque los holanes cuelguen")... Grande fue la sorpresa del marido cuando al volver a casa encontró a su mujer en el lecho conyugal en compañía de un desconocido. Antes de que el esposo pudiera articular palabra le dijo con gemebundo acento su mujer: "Y esto no es todo, Leovigildo. También me hizo que le comprara una aspiradora"... FIN.