REVISTA R

Vacunov el huerfanito

05 MIN 00 SEG

Antonio Lazcano Araujo*

Cd. de México (14 febrero 2021) .-05:00 hrs

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Antonio Lazcano analiza la inmunización contra la viruela en la Rusia del siglo XVIII en contraste con la pandemia de Covid del siglo XXI.

Antonio Lazcano analiza la inmunización contra la viruela en la Rusia del siglo XVIII en contraste con la pandemia de Covid del siglo XXI. Crédito: Especial

"El Rey Luis XV debería sentirse avergonzado de haber muerto víctima de la viruela en pleno siglo XVIII" escribió en 1774 Catalina la Grande. Le asistía la razón, porque para entonces muchas vidas se habían salvado gracias a la inmunización con las costras del salpullido de la viruela. El procedimiento, que se había popularizado en el Reino Unido, fue elogiado por Voltaire en las Cartas Inglesas y en su correspondencia con Catalina. Ello llevó a la Emperatriz a invitar al Dr. Thomas Dimsdale a viajar a San Petersburgo, a donde llegó en 1768 acompañado de su hijo. Gracias a los buenos oficios de la Embajada británica, localizaron a Alexander Danielovich Markov, un niño ruso que había sobrevivido a un ataque leve de viruela, y con las costras de sus ampollas ya secas el 12 de Octubre de 1768 Dimsdale preparó un polvo que untó en unas pequeñas incisiones que hizo en el brazo a la Emperatriz, a la que recomendó retirarse unos días al campo. El método, que hoy conocemos como variolación, tenía sus riesgos, pero Catalina la Grande salió avante. Cuando regresó a San Petersburgo tenía algunas costras secas, que Dimsdale pulverizó para inocular a Paul, el heredero de la Corona. El polvo restante fue repartido en 140 cajitas enjoyadas que se distribuyeron entre los aristócratas cercanos de la Emperatriz, para que pudieran gozar del privilegio de ser inmunizados con costras imperiales.