Nadie puede dudar de que estamos viviendo momentos críticos en Latinoamérica en lo que a estabilidad social y política se refiere. Padecemos ahora una situación análoga a 1968, cuando se multiplicaron las protestas estudiantiles, frente a un malestar social difuso, donde el culpable no tenía nombre propio, pues era la estructura de la misma sociedad. Por eso no se sabía, ni se sabe, cómo hacer frente a las protestas. Si todo está mal, lo que hay que hacer es patear el tablero y cambiar las reglas del juego.