Cuando era joven y tenía empleo, Enrique Metinides solía dormir con las frecuencias radiofónicas de la Cruz Roja, los bomberos y la policía encendidas.
Regularmente, en la noche, una ambulancia llegaba hasta su puerta.
"¡Levántate!", le decían. "Ha ocurrido un incendio, un choque, la caída de un avión, una venganza...". Y Metinides, hoy de 80 años y quien nació en México, tentaleaba entre la oscuridad el chaleco lleno de bolsas que inventó, su corbata con el nudo ya hecho, la cámara y subía a la ambulancia.
"Jamás pude librarme de la cámara. Había meses que no descansaba ni un sólo día ni una noche. Siempre digo que, si volviera a nacer, no me dedicaría a esto".
Por "esto" se refiere a lo que hizo desde niño y que Trisha Ziff, la cineasta inglesa que filma el documental
Metinides: El hombre que vio demasiado, llama la "enciclopedia de los accidentes".
Hijo de un matrimonio griego que llegó a México de luna de miel, Metinides nació el 12 de febrero de 1934. A los 7 años su padre le regaló una cámara y comenzó a tomar los accidentes. A los 9 ya había visto hasta 40 cadáveres en la morgue. A los 11 comenzó a publicar en La Prensa. Solía dormirse entonces mirando su nombre en los periódicos. Le decían "El Niño".
Habla ahora desde la sala de su casa, entre trago y trago de su jarabe Lyptus para la garganta: "Fotografié de todo, menos submarinos ni naves espaciales".
Hay miles de ranas de la suerte y máscaras venecianas en la pared, muñequitos de El Gordo y El Flaco, todas las películas de Al Capone y Cantinflas, una decena de controles remotos numerados en la recámara, todas sus credenciales... El hombre que se pasó la vida fotografiando accidentes, con una ranita en un bolsillo y una virgen en el otro, es obsesivo del orden adentro de su casa.
En un recuento personal, tiene más años: "7 costillas rotas, un infarto y sobreviví a 19 choques. Diecinueve por 7 vidas de los gatos: 133 años".
De niño entraba con su cámara y fotografiaba las pantallas. En una vendetta de Al Capone miró las caras reflejando el fuego en medio de la noche. Supo así que lo importante no era lo macabro sino el impacto en otras vidas. Así, en sus fotografías, buscó reflejar escenas, y sus imágenes se poblaron de mirones.
Metinides, temeroso a los aviones, a morir quemado y a que le hagan la autopsia, conserva 25 proyectiles que recogió de la matanza de Tlatelolco en 1968, luego de esconderse debajo de una mesa por hora y media: "Tiré el pantalón, porque hasta las rodillas estaba rojo de la sangre".
Ahora, cuando duerme, sueña que está en una ambulancia. Sueña heridos y que la muerte lo persigue.
¿Y le gusta?
¡Pues cómo me va a gustar! Pero uno no elige lo que sueña.
Registra Trisha Ziff el trabajo del artista
La cineasta Trisha Ziff no usaba cinturón de seguridad, hasta que conoció las fotografías de Enrique Metinides.
"Él te hace consciente de todos los peligros que hay afuera", dice la autora de los documentales
Chevolution y
La maleta mexicana, y que ahora se enfoca al fotógrafo mexicano, pionero de la nota roja.
El título que lo retrata es
El hombre que vio demasiado, una producción que espera terminar a inicios del próximo año.
Ziff, quien vive en México, enfoca su trabajo a partir de ángulos: su vida, su voyeurismo vertido en la nota roja, la presencia de la muerte en la cultura mexicana, y la ciudad, porque "Metinides también es la Ciudad de México", dice.
El voyeurismo asociado a la minuciosidad con que el fotógrafo evoca los sucesos es algo que le interesa. Cree que su memoria es, de alguna forma, un homenaje a las personas, una manera de seguir conservándoles la dignidad incluso ahora, cuando se lucra con la nota roja.
Pero, para el trabajo, desea también contactar a familiares de las personas que ha retratado, como a los de Adela Legarreta Rivas, la periodista atropellada el 29 de abril de 1979, y cuyo cuerpo capturó Metinides justo cuando un rescatista se acerca a cubrirlo.
Para recibir informes tiene el correo
trishaziff@mac.com.