OPINIÓN

Crítica democrática

OPINIÓN INVITADA / Gilberto P. Miranda EN MURAL

Icono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redesIcono para compartir en redes
"En la mesa mexicana, ni de religión ni de política", es una frase común que encierra un grave problema para nuestra vida pública: la noción de que disentir es ofender.

El conflicto es parte de la esencia de lo político: la vida común donde confluyen y tensionan visiones del mundo e intereses diversos. Preocupante sería una sociedad donde no existiera disenso, pues el pensamiento monolítico suele ser cercano a los regímenes autoritarios.

Sin embargo, vivimos una época compleja donde diversos factores negativos se han conjuntado: una sociedad desmovilizada políticamente; una crisis de confianza hacia instituciones y liderazgos tradicionales; una sobrecarga de información de velocidad vertiginosa y polarización ideológica muchas veces acompañada de discriminación.

Por si fuese poco, un nubarrón ha aparecido en el horizonte: el cuestionamiento de la realidad misma, que toma forma en el concepto de "hechos alternativos" -contradictorio en sí mismo- y en el fenómeno de las noticias falsas.

Propongamos entonces un aforismo: a la crítica democrática siempre la precede un criterio fundado. Dicho de otra forma, no hay que confundir opiniones (juicio o valoración, muchas veces espontáneo) con argumentos (razonamiento que pretende probar o demostrar una proposición). A continuación, sugerencias para ejercer una crítica democrática:

1. No reduzca lo político a los asuntos gubernamentales. La esfera de lo público implica todo aquello que nos concierne como colectividad, por tanto, lo político es mucho más que los asuntos gubernamentales y electorales, abarca desde nuestra relación con nuestros vecinos, lo que hacemos (o dejamos de hacer) en nuestro albedrío individual como ciudadanos, la identidad que elegimos, hasta la relación con el medio ambiente que nos rodea.

2. Asuma que la formación de criterio requiere esfuerzo. Nadie aprende por decreto u ósmosis. Como cualquier arte u oficio, el debate público sustancioso se da si tomamos el tiempo de informarnos en fuentes confiables, dedicamos esfuerzo a reflexionar los sucesos y aprendemos a través del diálogo constante.

3. Debata basado en evidencia. Nuevamente, es de suma importancia diferenciar opiniones de argumentos, estos últimos requieren evidencia que los soporte junto a un razonamiento fundado. Es preciso acudir a medios de comunicación de prestigio (sin asumir que sean infalibles) y a la evidencia soportada por instituciones serias, ya sean públicas, privadas o académicas.

4. Cuestione y verifique antes de compartir. Detengámonos un momento a cuestionar la información que recibimos por redes antes de dispararla.

5. No asuma que sus redes son una ventana al mundo. Muchas veces nuestras redes sociales son auto-referenciales, es decir, elegimos de quién ser amigos, a qué medios e instituciones seguir y terminamos interactuando con personas que piensan similar a nosotros.

6. Reduzca los adjetivos, aumente los argumentos. Se puede debatir y ejercer una crítica con dureza, siempre y cuando sea fundada. Un claro indicador de un debate civilizado en este sentido es no despreciar a las y los otros con base en su raza, condición social o preferencias sexuales, sino contrastando argumentos.

7. Ejerza sus creencias, pero no las imponga. En una república, la libertad de culto es un derecho, siempre y cuando el ejercicio de ésta no implique vulnerar derechos de terceros ni atentar contra la ley general. Es respetable la creencia y valores con los que cada cual decida llevar su vida, pero no que se pretenda imponerlos a la colectividad en su conjunto.

8. Promueva el respeto a las instituciones, aun cuando no le gusten todos los resultados. La consolidación de una democracia real pasa por la existencia de una verdadera cultura de la legalidad y, por ende, de solidez institucional. La razón es lógica: los problemas, disputas y faltas públicas deben ser dirimidas con un mismo criterio, sin importar factores como la capacidad adquisitiva o la influencia política. Sin reglas del juego claras no hay republicanismo.

Zygmunt Bauman decía que el verdadero diálogo no es hablar con personas que piensan lo mismo que uno. Respetar a los extraños y debatirles con argumentos: ahí está el reto si queremos criticar democráticamente.