Sólo quien no sabe ni valora lo que es la educación, puede negarse a la presencialidad en las aulas. Es más, sólo quien no sabe lo que es la naturaleza humana, puede seguir prefiriendo la sustitución de la realidad por la virtualidad, el reemplazo de la compañía personal por la tutoría digital; el cambio abrupto de la comunicación completa y vívida entre dos creaturas, por la conexión múltiple a la distancia y mecánicamente.