La planeación democrática no solo está en desuso, sino en crisis. Planear en tiempos de incertidumbre parecería casi ocioso: muchos de los supuestos son volátiles y, peor aún, muchas de las premisas, falaces. Sin embargo, es un ejercicio ineludible si lo que se busca es darle congruencia y sentido a los esfuerzos de una sociedad, no solo del gobierno. De ahí que los planes de desarrollo sigan siendo necesarios, más allá de la tradición burocrática y la obligación legal.