El placer de gastar es uno de los gustos más refinados de nuestra naturaleza humana. La Navidad -paradójicamente- suele ser el tiempo más socorrido para cultivar tal placer, aunque, ciertamente, este año quizá tengamos algún reparo en regalarnos las consabidas visitas a las plazas comerciales, que añaden al gusto de comprar, el de pasear y soñar. La crisis sanitaria puede frenar nuestro furor consumista, pero solo en forma relativa. Con ocho meses de pandemia a nuestra espalda, seguramente que ya habremos aprendido a manejarnos con soltura en Amazon o Mercado Libre.