La Inteligencia Artificial (IA) no es virtual: es física. La actual revolución cognitiva digital se está traduciendo en un costo que no está siendo atendido con la suficiente seriedad. Las tareas computacionales intensivas para entrenar, desplegar y operar continuamente IAs modernas están produciendo una huella de carbono de magnitud crítica en detrimento de la sostenibilidad ambiental. La paradoja actual: intentar construir IAs que aprendan y razonen como humanos, pero que consumen energía como ciudades.