OPINIÓN
MÉXICO MÁGICO / Catón EN MURAL
Ramón Durón Ruiz, tamaulipeco, ha realizado una encomiable labor de folklorista: con acuciosidad y amor ha recogido los desaforados hechos y los picantes dichos de muchos personajes de su tierra y los ha dado a conocer en libros que se leen con deleitación.
Entre esos personajes figura el padre Chuyo, de Ciudad Victoria. Sacerdote, era apasionado jugador de dominó. Dominaba el dominó, pero el dominó lo dominaba también a él: movido por su afición al juego el padre Chuyo no vacilaba en meterse en lugares "no muy ortodoxos" -dice Ramón- con tal de hallar a alguien con quien entablar una partida fragorosa.
Cierto día fue a una cantina en la que solía encontrar a tres amigos, como él furibundos jugadores de dominó. Los dos que formaban la pareja rival estaban ahí, pero no su compañero acostumbrado. El padre Chuyo traía muchas ganas de jugar, de modo que se dirigió a un hombre que bebía en la barra y le pidió que fuera su compañero en la partida
"-Perdone, padre -se disculpó el sujeto-. No sé jugar al dominó".
"-Es muy fácil, hijo -lo animó el sacerdote-. Yo te explico".
El otro se avino, y el padre Chuyo le impartió una breve lección acerca de la técnica del juego, tras de lo cual empezó la partida. Naturalmente los rivales dieron una paliza de órdago al padre Chuyo y a su inexperto compañero.
No se rindió el padre: dio otra explicación más detenida al individuo; le hizo notar los errores que había cometido y le dijo cómo los debía evitar. Empezó otra vez el juego, y otra vez el tipo incurrió en monumentales equivocaciones, con lo que la partida se volvió a perder.
El padre Chuyo quedó corrido y enojado, y además con la obligación de pagar la cuantiosa cantidad que había apostado a sus rivales, a quienes se sintió capaz de vencer aun llevando de compañero a un novato. El tipo se apenó.
"-Yo le dije que no sabía jugar, padre -le dijo atribulado-. Perdóneme por favor".
"-Mira, hijo -le respondió el padre Chuyo masticando cada palabra con rencor-. En la iglesia sí te perdono, porque es mi obligación, ¡pero aquí vas y tiznas a tu madre por indejo!".