OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN MURAL

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Curiosos y muy interesantes documentos dan cuenta del comercio y los comercios que en el Saltillo se ejercitaban desde los primeros años de su fundación. Ni entonces ni ahora hay compra-ventas cabales y perfectas sin la intervención de un escribano o notario público. El más ilustre antecesor de los notarios de Saltillo es don Macedonio de Arredondo, quien recibió nombramiento en los primeros años de la vida de nuestra ciudad. Encontramos en el archivo de la ciudad datos sobre el variado comercio a que daban lugar la actividad de los primeros artesanos que en nuestra ciudad hubo: en 1615 Andrés Rodríguez, seguramente el primer carpintero que trabajó aquí, se compromete por contrato a hacerle un trabajo a Bernabé de las Casas. Hay también compras y ventas de harinas, de casas, de aguas, de tierra. Y otros comercios hoy menos comunes y corrientes. En 1615 Pedro Flores pagó 200 pesos oro "de limosna" a la parroquia para ganar así el derecho de ser sepultados, él y todos sus descendientes, en la capilla. En el mismo año el propio Pedro Flores, vecino que debe haber sido muy rico de Saltillo, vende a Juan Guajardo, de Durango, una esclava en 520 pesos oro. Y también en 1615 el capitán Bernabé de las Casas -aquel del trabajo de carpintería- promete por escritura pública pagar 5 mil pesos en oro al capitán Diego Marcos si le consigue del rey de España que lo nombre gobernador del Nuevo Reino de León. No debe extrañar ese convenio. Desde aquellos remotos tiempos los puestos públicos se compraban y vendían.