OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN MURAL

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Yo amo a la Ciudad de México. La amo como a una giganta, con miedo de que al hacerle el amor me rompa las costillas y partes más apreciadas aún -y apreciables- de mi anatomía. Viví en la Capital cinco años de mi juventud, cuando ella todavía era ciudad y cuando yo todavía era yo. Entonces no se conocía la palabra esmog, y la espléndida visión de los volcanes era regalo diario. El Popo y el Ixta se esforzaban mucho en parecerse a los almanaques de Jesús Helguera, y el Valle de México -todavía la región más transparente del aire- era un inmenso cromo con las diafanidades de Velasco y el dramatismo de Atl.