Amenazar o poner a la otra parte entre la espada y la pared antes de dialogar, discutir o negociar cualquier cosa con ésta es dejar en evidencia un nivel de prepotencia grotesco, sucio y hasta violento; pero también es desnudar y exhibir las carencias ante la urgente necesidad que se tiene de una ventaja indebida sobre la otra parte. ¿Será que tan vulgar demanda de tramposos privilegios es el único recurso disponible para aquellos a quienes les faltan argumentos sustentables, razón y justicia en lo pretendido, así como capacidades legales, técnicas y morales para salir avantes -por la buena- sobre suelo parejo?