Salta a la vista que lo que es válido al norte del Río Bravo también lo es al sur del mismo. Ni los vecinos norteamericanos ni los mexicanos queremos reyes o reinas. Es decir, autócratas que se abrogan todo el poder y se extralimitan en el ejercicio de las facultades que la Constitución -la de ellos y la nuestra- les concede. Las cuales, dentro de ésta, quedan claramente limitadas. El ser Presidente o Presidenta no le da derecho a ningún mandatario a hacer lo que le pegue la gana, bajo ningún pretexto.