OPINIÓN

Qué tanto es tantito

Roberto Zamarripa EN MURAL

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En el vértigo impuesto no hay espacio para el debate ni tiempo para la reflexión. La obediencia se impone porque no hay tiempo que perder. Alzar la voz es hacer grilla. Polemizar es hacer politiquería. Discutir es dejar ir los valiosos minutos que la 4T exige para transformar.

Carlos Urzúa deja testimonio en su dimisión de las diferencias de rumbo en materia económica sin desconocer el liderazgo de quien auspicia las grandes obras de las que el economista hidrocálido reniega.

Después en una entrevista con Proceso para ampliar sus cuitas, Urzúa define a Alfonso Romo, uno de los personajes que le confrontó y frenó iniciativas, como un fascista incrustado en la 4T.

"Ideológicamente Romo es un hombre de extrema derecha y en términos sociales oscila entre el Opus Dei y los Legionarios de Cristo. ¿Cómo un hombre así, que llegó a admirar a Augusto Pinochet y a Marcial Maciel, acabó no sólo siendo amigo de López Obrador, sino incluso siendo el Jefe de la Oficina de la Presidencia?", pregunta.

Ricardo Monreal repela y llama a Urzúa malagradecido e insensible. "No debió haber aceptado ni la nominación a la Secretaría de Hacienda. Llevo 40 años haciendo política y es la primera vez que veo una actitud tan arrogante, tan sobrada, con tanta soberbia. ¿A qué intereses sirve ahora (Urzúa)?".

Las diferencias brotan en la 4T. Sobre la inverosímil ampliación de la gubernatura de Baja California de dos a cinco años, la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, justifica con una bola de cristal que la mayoría desconoce: "es algo que la ciudadanía está pidiendo, porque dos años son pocos".

Porfirio Muñoz Ledo, el presidente de los diputados, repara convertido en la conciencia de los dislates: "están violando la Constitución federal. Deben desaparecer poderes en el estado".

En un tuit Polevnsky recomienda: "es una locura hacer una elección cada dos años". La diputada Gabriela Cuevas le responde: "¿No es mejor respetar las reglas de una elección, la voluntad de la gente?".

Bienvenidas las diferencias. Adelante con el debate aunque empiece con los denuestos. Debe evolucionar hacia una confrontación de proyectos, con razones. Argumentos, no tuitazos.

El problema del debate en ciernes es el maximalismo. Los códigos del catastrofismo. Cuando Urzúa renunció algunos pensaron que ése era el naufragio del gobierno. Otros supusieron que ahí comenzaba la liberación de las trabas. En la visión doméstica de la 4T la discrepancia es signo de traición, de conjura, de complot. Fuera, en el campo enemigo, la discrepancia es signo de descomposición de derrumbe, de catástrofe.

En la desmedida apuesta porque el gobierno fracase no habrá otro prisma que aquel que observa en cada decisión un ladrillo desmontado a las paredes de la estabilidad.

Advertir en las críticas un intento de derrocamiento o suponer que las fallas del gobierno son un paso seguro al fin del régimen no guardan asidero con los ambientes diferenciados en los que ahora se discute la política que no es solamente en las redes (donde predominan los denuestos) o en las entidades tradicionales de poder.

El debate ha bajado a zonas diferentes: centros de trabajo, familias, grupos populares. Hoy muchos más discuten de política y de política pública; algo saludable y necesario.

Ahogar las diferencias es el camino seguro para fortalecer un gobierno sordo y una oposición irracional. Insensateces como la reforma constitucional en Baja California no son solo posibles por mayorías impuestas o corrompidas. Tiene mucho que ver la sustitución de la discusión por la descalificación. El atrincheramiento como mecanismo de batalla donde se abandonan las ideas y se imponen los dogmas. El nombre del juego es el cambio de bando no la aclaración de diferencias y el eventual encuentro de coincidencias.

Oxigenar, abrir el debate. Como decía el reconocido Armando Ramírez: que tanto es tantito, antes de arrepentirnos del silencio cómplice.