Ha transcurrido ya el primer cuarto del siglo y México es un país más bárbaro y más autoritario de lo que era al finalizar el año 2000. México iniciaba el siglo envuelto en el optimismo. Un país razonablemente tranquilo que apostaba por Norteamérica como horizonte económico al tiempo que construía las instituciones y las prácticas del pluralismo. México dejaba en esos años de ser el país del Presidente. Dejaba de ser también la almeja nacionalista y se abría al mundo con seguridad. El Congreso y los jueces asumían sus responsabilidades constitucionales. Vivíamos el tiempo de menor violencia de la historia. En un pestañeo, el país se ha convertido en tierra de desaparecidos y se ha construido un régimen intimidatorio que concentra todos los poderes. A veinticinco años de la alternancia, la hegemonía autoritaria se ha restablecido, hay amplias zonas del país sustraídas del imperio del Estado, la plataforma norteamericana se resquebraja.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.