Se nos invita a convalidar, en dos semanas, una farsa catastrófica. Se pide nuestro voto para aniquilar al Poder Judicial como poder profesional e independiente y destruir, al mismo tiempo, las bases de confiabilidad de nuestro régimen electoral. Se nos llama a votar a ciegas por candidatos que provienen de la misma coalición política. En una elección normal, los votantes tienen pistas para orientar su voto. Cuentan con atajos para entender las alternativas que aparecen en la boleta. Pueden ubicar las opciones de continuidad y de cambio; el elector identifica con facilidad las opciones ideológicas; tiene en la memoria lo que las ofertas partidistas han significado en la historia reciente. Nada de eso habrá en la elección judicial. Más allá de las caras de las ministras que adelantan pleitesía a la nueva mayoría, es imposible identificar a quienes buscan nuestro voto.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.