En el futbol, como en la política, las tensiones entre el árbitro y los jugadores son, hasta cierto punto, deseables: significan que el juego es reñido. Sin embargo, cuando un equipo ataca al árbitro, el juego mismo se pone en entredicho. Eso es lo que sucede cuando el Presidente y su partido atacan al INE: no solo debilitan a las instituciones electorales, sino que ponen en riesgo el juego democrático. ¿Por qué el equipo puntero busca expulsar al árbitro si todo indica que volverá a ser campeón? La respuesta es sencilla: porque pretende anotarse más goles de los permitidos, de modo que el árbitro es un estorbo.