Guadalajara fue la joya de la corona por más de dos décadas. De ahí brincaron a la gubernatura los últimos cuatro gobernadores, después de haber sido presidentes municipales. Sin excepción, sus gestiones fueron mediocres. Su mérito fue administrar la inercia, posponer la solución de los problemas importantes y orientar la gestión municipal a sus aspiraciones políticas. También es el caso del actual alcalde de Guadalajara, cuya administración podría pasar con más pena que gloria, como todas las anteriores.