Richard Feynman, el legendario físico, afirmaba que lo más maravilloso de la ciencia es que está viva. No se guarda en vitrinas ni se reduce a ecuaciones: se mueve, duda, cambia. En tiempos donde sobran certezas y escasean preguntas, el verdadero progreso consiste en seguir buscando. Cada descubrimiento comienza con una inquietud: cómo curar una enfermedad, cómo solucionar los problemas de agua o del campo.