El caso de Anabel Almazán me parece emblemático. Pasó de contar cuentos a niños en escuelas públicas de Tamaulipas a ser jueza civil de primera instancia. A los cuatro días de tomar protesta, presentó su renuncia. No fue la única. En Tamaulipas ya van cuatro dimisiones. En Durango y Veracruz también se han registrado algunas. La pregunta es inevitable: ¿cuántas de las personas juzgadoras que resultaron electas y que hoy imparten justicia se sienten tan ajenas al oficio de juez como Anabel Almazán? La mayor incertidumbre de la reforma judicial es qué tan idóneos para el cargo son los nuevos perfiles de jueces.