OPINIÓN

MÉXICO MÁGICO / Catón EN MURAL

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Llega el viajero a Chetumal, en el Estado de Quintana Roo, y ahí encuentra un amable habitante del mundo: el manatí.

¡Qué hermosa bestia es ésta! Todos los animales son hermosos, incluída esa mínima bestezuela que es el hombre. Pero el manatí tiene una belleza misteriosa que me conmueve y maravilla. Las ubérrimas ubres de la hembra del manatí hicieron nacer la leyenda de las sirenas. El silencioso paso de los machos por las salas del agua, su líquida mansedumbre franciscana, hacen del manatí una dulce criatura cristalina.

En Chetumal los manatíes tienen un santuario. Hay que cuidarlos para que no desaparezcan y nos dejen con el remordimiento de su muerte. Hay que cuidar el mundo, pues no es nuestro: pertenece a los hijos nuestros, y a sus hijos. Ellos son los dueños del agua y del manatí. No destruyamos su herencia.