Uno de los placeres de la lectura es el de encontrar inesperados vasos comunicantes entre libros, y entre la literatura y la realidad. Ayer, por ejemplo, mientras saltaba a la fama efímera de las redes sociales el término pigmentocracia, me topé con el mismo término en la novela Versos satánicos, de Salman Rushdie. El director de una agencia de publicidad felicita con doble filo al protagonista moreno de la novela, originario de India, por haber estado bien en un anuncio, "para ser una persona de persuasión pigmentada".