OPINIÓN

No se puede pensar con calor. O es más bien que la cabeza va saturándose de aborrecimientos instantáneos, ansias de algo frío...

Otra cosa

NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL

5 MIN 00 SEG

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Refrescó. Ayer, por lo menos. La mañana estuvo cubierta por un clemente y tenue nublado que bastó para disuadir al Sol o acaso le brindó pretexto para reposar un poco. La freidora de aire que era la ciudad hasta la tarde del viernes se detuvo, y tuvimos a cambio una inesperada y bienhechora temperatura propia para pensar y para no enloquecer. No se puede pensar con calor. O es más bien que la cabeza va saturándose de aborrecimientos instantáneos, detestaciones inopinadas, lamentaciones iracundas, furias ridículas, ansias de algo frío, picazones cerebrales y pegosteos del ánimo, impaciencias que no revientan y sólo nos hinchan, punzadas que atraviesan de sien a sien la materia gris y la tortuosa ocurrencia del mundo entero como pretexto para estar de malas. Encima de todo, el abotargamiento, el hastío, la molicie universal, la acedía interminable y el peso incalculable de cada miembro, que vuelve imposible despegar de la silla eso sudoroso y fofo e irresuelto que es uno, así sea para dar tres pasos e ir a subir la velocidad del ventilador, o al refrigerador por un refresco o un coco helado (porque también están las alucinaciones: "...y es un tucán / tu cantarín perfil al despertar", canta Jaime López). Ayer, para nuestra fortuna, ese estadio lastimoso de la existencia se pausó. Hoy, tal vez, ya esté triunfando el calor de nuevo.