El 13 de junio de 1995 Andrés Manuel López Obrador acudió a la Procuraduría General de la República cargando 16 de cajas de documentos con evidencia de que el entonces gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, había excedido más de 40 veces los topes de campaña en la elección del año anterior.
López Obrador, que había sido el candidato del PRD, acusó que el priista Madrazo había gastado 237 millones de pesos de entonces en una elección señalada como un masivo fraude. El 9 de junio había presentado la evidencia en el Zócalo y unos días después fue a la PGR del gobierno de Ernesto Zedillo a presentar una denuncia que, por supuesto, nunca prosperó.
Notemos el año: 1995. El PRI controlaba el gobierno federal, mayorías abrumadoras en el Congreso y 28 de las 32 gubernaturas. El principal noticiero de televisión era 24 Horas, considerado vocero oficial. TV Azteca había nacido un par de años antes y su relación con el gobierno era igual que la de Televisa. La mayoría de los periódicos de la capital eran escaparates de boletines.
Por eso la denuncia de López Obrador pasó desapercibida en la mayoría de los medios. Pero no en todos. El 14 de junio estaba en la primera plana de Reforma, que además le dio un seguimiento puntual al escándalo. En los años posteriores, cubriría el ascenso de López Obrador por una sola razón: porque era noticia.
Proceso y La Jornada son los únicos otros medios que se vienen a la mente por darle amplio espacio a las cajas de López Obrador en 1995. Era comprensible, por su identificación con la izquierda y la trayectoria independiente que llevaban de años atrás. Pero el hecho de que lo hacía también Reforma, un diario nacido año y medio antes, era el verdadero cambio en el periodismo mexicano.
Recordé estos episodios luego de las andanadas del hoy presidente López Obrador contra Reforma en sus conferencias mañaneras. La incongruencia brincaba, porque la cobertura de este diario contribuyó a la proyección nacional que disparó la carrera política del tabasqueño. No por simpatía ni por oposición. Simplemente a causa de periodismo independiente.
Pero el diario también contribuyó a revelaciones que construyeron poco a poco el repudio que finalmente desembocó en la histórica elección del año pasado. Muchos de los ahora simpatizantes de López Obrador, incluyendo aquellos que se mueven en redes sociales o YouTube y se ostentan como "influencers", son demasiado jóvenes para tener memoria de las investigaciones sobre corrupción y abuso de poder que aquí han aparecido desde 1993. Casi la mitad de la población del país tiene menos de 25 años, la edad de Reforma.
Menos se van a acordar que El Norte de Monterrey, semilla de este diario, fue pionero en documentar fraudes electorales y en desplegar observadores en casillas para documentar los acarreos de votantes del PRI en los ochentas.
Por eso las críticas de López Obrador a Reforma no sólo suenan huecas, sino que contienen la mala leche de quien sabe que ignora los hechos para avanzar sus argumentos.
Incluso las revelaciones periodísticas de otros medios que en los últimos años alimentaron el clima de hartazgo que llevó a López Obrador a la Presidencia tienen el sello de este diario. Reportajes como el de la Casa Blanca de Enrique Peña Nieto, la Estafa Maestra, las corruptelas de Odebrecht, el drama de víctimas de la violencia y muchos más fueron investigados o editados por antiguos editores y reporteros de Reforma.
Uno puede tener desacuerdos con la línea editorial del periódico. Con sus opiniones, articulistas, encabezados o los ángulos de sus reportajes. Pero cualquier análisis honesto tiene que reconocer su contribución a la apertura democrática y la rendición de cuentas en México. Sólo un argumento mezquino puede negarlo.