La historia que la prensa ignora
OPINIÓN INVITADA / David Brooks EN MURAL
Mi colega David Bornstein señala que mucho del periodismo estadounidense se basa en una teoría de cambio equivocada. Esa teoría es: el mundo mejorará cuando mostremos dónde han salido mal las cosas. Mucho de lo que hacemos es dejar errores al descubierto, darle cobertura a problemas e identificar conflictos.
El problema con esto es que dejamos a la gente deprimida y frustrada. La gente que consume muchos medios de este tipo se sume en un vértigo tóxico: desconfiada de gente a la que no conoce y temerosa sobre el futuro. Las personas se ven menos incentivadas a pasar a la acción.
Bornstein, quien escribe para The New York Times y también cofundó Solutions Journalism Network, dice que hay que dejar problemas al descubierto, pero también hay que contar historias de cómo se resuelven. La búsqueda de soluciones es más emocionante que los problemas mismos.
Pero muchos de nuestros colegas no definen a la reparación social y el desarrollo comunitario como noticia. Parece demasiado santurrón, demasiado políticamente correcto, demasiado sincero. No atrae miradas.
Eso es un error.
He pasado el último año alrededor de personas que hilan el tejido social, y esta semana, alrededor de 275 tejedores comunitarios se reunieron en Washington, para una conferencia llamada #WeaveThePeople, organizada por el proyecto Weave, con el que he trabajo en el Instituto Aspen.
Las personas en esta reunión están entre las más cautivadoras que he conocido. Charles Perry estuvo encarcelado durante casi dos décadas y ahora conecta a miembros de la comunidad con el sistema de salud en Chicago. Dylan Tête era soldado en Iraq, sufrió Trastorno por Estrés Postraumático y ha construido comunidades en Nueva Orleans para veteranos del Ejército. Sarah Adkins llegó a casa un domingo para descubrir que su esposo había asesinado a sus hijos y luego se había quitado la vida, y ahora opera una farmacia gratuita y lleva una vida de servicio en la zona de los Apalaches, en Ohio.
Pancho Argüelles trabaja en Texas, donde acompaña a trabajadores que han sufrido lesiones de médula espinal en el empleo. Les ayuda a encontrar los pañales, sillas de ruedas y otras cosas que les permitirán vivir con dignidad. Pancho irradia una sabiduría profunda, casi santidad. Al tiempo que él y otros hablaban sobre sus valores, me venía el mismo pensamiento a la cabeza: ¿cómo es que esto no es una historia? ¿Por qué no cubrimos más a esta gente?
En la mayoría de las conferencias la gente empieza con sus biografías, pero en esta reunión, la gente comenzaba narrando su dolor.
Una prominente investigadora describió cómo es que fue víctima de abuso cuando era niña, y cómo es que esto la llevó a su investigación sobre el desarrollo emocional de los niños. Una mujer de Carolina del Sur habló sobre seres queridos que había perdido y la ocasión que disuadió a un hombre para que no saltara de un puente: si tú saltas, yo también salto. Un hombre reconoció que toda la gente que había amado lo había abandonado y que había vivido con el trauma al creer que también su esposa lo dejaría. En la atmósfera creada esta semana, se sintió en libertad para dejar ir ese trauma.
Fue emocionalmente fascinante de principio a fin. Los tejedores saben cómo abrir relaciones por medio de su vulnerabilidad y saben cómo construir conexiones para pasar a la acción. El rasgo que los define es que son genios en las relaciones interpersonales.
Hubo tantas observaciones agudas acerca del desarrollo comunitario: "La relación se mueve a la velocidad de la confianza. El cambio social se mueve a la velocidad de la relación". "Los vecinos son personas con las que practicamos como se forja nuestra vida". "No soluciono los problemas de la gente; dejo que se desarrollen. Respeto el misterio de sanar". "Intentamos hacer algo que nunca se ha hecho antes. Intentamos crear la primera república democrática masiva y multicultural del planeta".
Alexis de Tocqueville señaló que la vida en organizaciones cívicas o comunitarias es la característica central de la vida en Estados Unidos. Pero de algún modo, en los medios cubrimos de forma insuficiente a este sector. A duras penas les damos cobertura a los agentes de cambio social más importantes. Estas personas no son santurronas. Son crudas, honestas y en ocasiones groseras.
¿Cómo es que llegamos al punto en que destinamos 90 por ciento de nuestra cobertura al 10 por ciento de nuestras vidas que es influido por la política y el 10 por ciento de nuestra cobertura al 90 por ciento de nuestras vidas que es influido por las relaciones humanas, la comunidad y los lugares en los que vivimos todos los días?
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David Brooks es columnista con The New York Times

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