OPINIÓN

Rebeldes

Manuel J. Jáuregui EN MURAL

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El llorado James Dean protagonizó "Rebelde Sin Causa", tremendo hit hollywoodense en su día, pero la Policía Federal que se ha amotinado contra los mandos por cómo los quieren integrar a la Guardia Nacional son en efecto "rebeldes con causa".

Este triste episodio en nuestra vida nacional viene a demostrar -por si acaso se requiriera prueba- la improvisación en acción como forma de Gobierno. No se planeó nada, no se previó nada y en consecuencia los engranes simplemente no embonan. No se previó cómo se iba a manejar el tema de la antigüedad laboral de los agentes federales, no se preparó un caminito con pruebas de confianza de inicio, no se previó qué se iba a hacer con los "bonos" a los que tenían derecho los agentes.

Y ahora el Presidente y su Gobierno salen a decir que están chiflados, que son unos "fifís", que están maleados, que Felipe Calderón está detrás de ellos, y etcétera, etcétera. ¿Si son tan malos para qué diablos los quieren en la Guardia Nacional? Puro bullshit: el problema en realidad es producto no de Pipe Calderón, sino de la improvisación con la que este Gobierno quiere implementar todos sus geniales planes.

No hay atención a detalle, no hay rutas críticas para guiar el trabajo previo: dejan todo para la última hora, al chilam balam y luego quieren que funcionen a wilber las cosas. Y como no jalan, entonces buscan a quién culpar, ello cuando no hay otro culpable más que el Comandante en Jefe, que un día nos anuncia que gobernar no tiene chiste y al otro da "clínicas" de beisbol.

Algo que esperaríamos de Derek Jeter, o de "A-Rod", pero no de un sexagenario que ¡oh, casualidad! comparte la misma pasión beisbolera que Fidel Castro y Hugo Chávez, dos gobernantes que supieron -mejor que nadie- cómo darle en toda la progenitora a un país.

Y parece ser que empeñado en eso está nuestro Presidente que prometió crear empleos, hacer crecer la economía al 4 por ciento (ya nos dolió la panza del ataque de risa que no podemos parar), acabar con la violencia, y todas esas linduras que usted conoce.

Con esta asonada de la Policía Federal, lejos de acabar con la violencia ésta se incrementará, pues a los ex federales que recurrirán a los tribunales laborales a reclamar sus legítimos derechos -sean buenos o sean malos-, los tendrán que liquidar, y ya desempleados una cantidad de ellos (no hay que generalizar, no todos son malos) se unirán a las filas de la delincuencia organizada para reforzar sus actividades: secuestros, asaltos, trasiego de drogas, etcétera.

Sabido es que ya falta en los arsenales de Iztapalapa una buena cantidad de armamento: pistolas, escopetas, metralletas, granadas de humo, y demás. ¿Para qué creen que los van a usar estos angelitos cuando anden desempleados y sueltos en la calle? ¡Le atinó, amigo lector!

Lo que este Gobierno pretende hacer -y que siempre termina mal- es el equivalente a volar sin plan de vuelo: sin rumbo, sin vectores, sin punto de partida, sin ruta a prueba de obstáculos y sin destino. La compañera Estaca Brown trae cara de susto, pero susto grande. A estas alturas el Gobierno está pretendiendo dialogar con los rebeldes para apaciguarlos. ¿No hubiese sido preferible dialogar con ellos antes de darles el palo?

Ya agitado el gallinero difícil va a ser apaciguarlo, mientras el Presidente luce mal, muy mal, porque se pone a insultar a los inconformes, en vez de buscar una solución aceptable tanto para rebeldes como para el Gobierno. Le echa, pues, el Señor Presidente, que mal está jugando de parador en corto, gasolina a la lumbre que ya amenaza los mástiles de nuestra frágil fragata de Estado.

Urge que pronto se reconozca que la centralización total del poder, del gasto, de las decisiones y del diálogo conforman una receta perfecta para la parálisis gubernamental.

Lo que tenemos es un Gobierno reactivo y no proactivo: no previene los problemas, sino sólo crea más. Estarán de acuerdo, amigos lectores, que si algo nos sobra en este México "tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos" son problemas: ya no requerimos más leña en la fogata, ¡urgen extintores!