De que va, va
Manuel J. Jáuregui EN MURAL
Aquí con la triste noticia de que además de que sufrimos degradación de nuestra deuda soberana por una calificadora y cambio a perspectiva negativa de otra, por razones electorales trumpianas el arancel del 5 por ciento a las exportaciones mexicanas, decretado unilateralmente por el Presidente Trump, no nos lo vamos a poder quitar de encima hasta después de su evento en Orlando, Florida, en semana y media, en el que lanzará oficialmente su campaña de reelección con este tema -precisamente- como eje central de lo que será su populista campaña de mediados de junio hasta finales de octubre del 2020.
Habiéndose lanzado sobre esta plataforma, y con el arancel temporal en vigor, es probable que el Congreso norteamericano declare ilegal la medida y se la tumbe, o bien que ante el clamor en su contra de los sectores industrial y comercial de su país el mismo Trump le dé para atrás, no sin antes haber obtenido significativas concesiones de México que le servirán para cacaraquearlas durante su campaña en pos de la reelección, pero nos dejarán de rodillas y con perspectivas económicas muy oscuras a futuro.
Mientras, el Canciller Marcelo Ebrard convocó para este viernes 7 de junio, en San José del Cabo, en el Centro de Convenciones de este centro turístico, a una reunión tripartita con Alcaldes norteamericanos y canadienses. Acompañarán a Ebrard, aparte de miembros del Gabinete, grupos empresariales mexicanos. El asunto será pelotear temas de inversión multinacional y tratar de sumar la fuerza política de los principales gobernantes locales, representantes de importantes centros poblacionales norteamericanos afectados por esta medida, a la pelea contra el arancel chicharronero que por decreto unilateral e irracional de Trump entrará en vigor el 10 de junio. La verdad no sabemos, ni se puede pronosticar, cuál será el efecto real -o el resultado tangible- de esta reunión en Los Cabos, y que, siendo justos, nos sentimos obligados a decirles, estaba programada desde antes de la bomba arancelaria.
El problema es que las pláticas en Washington no han dado buenos resultados, ya que los interlocutores de los representantes de nuestra delegación no son los que deciden. El que decide es Trump y él ya decidió que se lanzará a su reelección pisando esta plataforma antimigración y anti-México, al que culpa de todos los males en su país: consumo de drogas, tráfico de personas, criminalidad y desempleo a causa del "robo de puestos", entre muchas otras perlas de su insabiduría.
No importa que lo que dice (y presuntamente piensa) sea falso, a este señor lo único que le importa es solidificar el soporte de su base, de su voto duro entre los republicanos ultraconservadores: blancos, sin educación superior y creyentes fervientes en la "supremacía blanca". Para apelar a un grupo así, el racismo es un componente esencial, pero no puede ser tampoco muy abierto y obvio. A ello se debe que el Sr. Trump arrope sus medidas contra México dentro de una simulación: que Estados Unidos está en peligro de ser arrasado por una horda de migrantes ilegales y que ésta es culpa total de México, el cual -según él- "no hace nada por impedirlo". Ni las caravanas centroamericanas, como tampoco el tráfico de drogas.
Lo curioso es que sobre este tema, nunca menciona la demanda de drogas dentro de su país. De hecho, su Gobierno no hace absolutamente nada para combatir el uso de drogas. Tipo lo que en la era Reagan realizó la Primera Dama, Nancy Reagan, cuyo lema era "Just Say No" (simplemente di que no) y cuyo fin era convencer a los jóvenes de que ni las probaran ni le entraran al consumo de estupefacientes.
Nada parecido ha surgido del Gobierno trumpiano: su única y obsesiva respuesta es echarle la culpa a México de todo. Así, creando un enemigo inventado, de paja, cree que puede convencer al pueblo norteamericano de que lo respalde electoralmente para que él pueda -en sus palabras- "seguir defendiendo a América". O en otras palabras, les rogará: "Déjenme seguir haciendo grande a América".
Esto sucederá pese a nuestros esfuerzos, de los cuales ya dijo que primero es el arancel y luego vendrá el diálogo. Lo curioso es que el país antes considerado el adalid de las libertades en el mundo, exige que se violen los derechos humanos en nuestro territorio, y que estos abusos le sirvan de peldaños en su escalera para conservar el poder y seguir fastidiando a México y al mundo en general. "¡Cosas veremos, mío Cid!".

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