OPINIÓN

Mayxit

Manuel J. Jáuregui EN MURAL

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Pensarán algunos de ustedes, estimados lectores, que lo que acontece al otro lado del mundo no tiene nada que ver con nosotros.

Pero la realidad es que vivimos en la "aldea global" que pronosticó el visionario Marshall McLuhan hace más de 50 años, por lo que cuando hacen OLAS al otro lado del charco hasta nuestras playas llega la resaca.

Nos referimos concretamente a la renuncia cantada de la Primera Ministra británica, Theresa May, a causa de su FRACASO sonoro en la implementación de la salida de Gran Bretaña de la comunidad europea, movimiento conocido como Brexit.

Theresa May fracasó no por ser mujer (aclaramos para que las feministas no se nos echen encima creyendo que interpretamos su fracaso como un resultado derivado de su género), sino por ser OBSTINADA, terca, inflexible, sorda, insensible y mala gobernante y política.

Se rodeó de un Gabinete de ineptos y pensó equivocadamente que podía navegar las embravecidas aguas tormentosas de algo tan complejo como romper el cordón umbilical que une comercialmente a la Gran Bretaña con el continente europeo.

Como muchos otros gobernantes que pierden pisada, May llegó a pensar que basta ostentar el poder y querer que algo suceda para que se dé como por arte de magia.

Dice el dicho que el hombre (o la mujer) es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra.

Theresa May se tropezó TRES veces seguidas entercada hasta el delirio con presentar al Parlamento una y otra vez el mismo plan de salida, mismo que se le rechazó vez tras vez hasta que perdió toda autoridad ante el mismo Parlamento, ante su partido y ante la sociedad británica.

Lloró como Magdalena cuando presentó su renuncia, algo que pudo haberse evitado si desde antes mide las consecuencias, se hubiese mostrado más flexible y hubiese escuchado y hecho caso a los miembros de su partido que le advertían el no terquear con UN plan, cuando la situación política asemeja un nudo gordiano cuya solución requiere de un espadazo alejandrino.

La locura se define como el intentar siempre lo mismo esperando un resultado diferente: ese error -entre muchos otros- cometió Theresa May, y repetimos, no por ser mujer, sino por intentar ser COPIA o clon de otra mujer: Margaret Thatcher, "La Dama de Hierro".

May quiso ser Thatcher cuando era simplemente May: mala para escoger su Gabinete, mala para implementar política doméstica y foránea, confundió la gimnasia con la magnesia: no es lo mismo ser talentosamente perseverante, que ineptamente terca.

Tras la salida de May, el 7 de junio deberá elegirse un nuevo Primer Ministro, e independientemente de quien sea (Boris Johnson o cualquier otro) deberá darle solución al PROBLEMÓN que tiene la Gran Bretaña con el mandato que recibió en las urnas cuando su pueblo votó por salirse de la Unión Europea y le tocó al Gobierno de May (según observadores, uno de los peores en la historia reciente del Reino Unido) INSTRUMENTAR esta salida de la manera menos dolorosa posible.

Simplemente no pudo y dejó su país totalmente paralizado, dividido, intrincado en el sentido de que ya hoy parece no poder ir ni para adelante ni para atrás.

Las posibles soluciones son todas malas:

1. Si se quedan, sería en contra de la voluntad del pueblo, que lo decidió por mayoría electoral, y perderán políticamente.

2. Si se salen de un jalón les costará alrededor del 5.5 por ciento del Producto Interno Bruto, causando un tsunami comercial que matará la economía británica y repercutirá en todo el mundo.

3. Si se salen despacito puede costarles menos, pero para hacerlo tendrán que ceder a las demandas del Parlamento Europeo en Bruselas. Esto les costaría sólo como el 3.9 por ciento del PIB, pero tendrían que someterse a términos que NO LES GUSTABAN a los británicos.

Antes de irse, May logró que el Parlamento Europeo les diera más tiempo.

Una solución, controvertida, pero lograble, es realizar OTRO plebiscito en espera de que ante la dura realidad el pueblo inglés haya entendido que "el que quiera azul celeste, que le cueste", lo cual no es una solución política realmente, sino una moneda al aire, "cara o sol".

En fin, qué bueno que se va May, pero qué malo que dejó un enredo del cual no parece haber una buena salida, sino meramente escoger entre el mal menor.

¿Les suena familiar esta dicotomía, estimados amigos?