No terminamos de colgarle los adjetivos precisos al nuevo autoritarismo. El sustantivo está plenamente justificado porque el régimen limita activamente el pluralismo, porque concentra el poder en un núcleo que no enfrenta restricciones institucionales, porque tiene una ideología difusa, porque carece de contrapesos efectivos. El régimen se sirve ya de una nueva legalidad en la que no existe ni sombra de imparcialidad. La polifonía institucional ha dado paso a un régimen de una sola voz. Las oposiciones son apenas testigos, las elecciones han de dejado de ser vehículo de castigo. Los militares se han convertido en columna central de un nuevo sistema que se legitima directamente a través de una economía de transferencias directas.
Estudió Derecho en la UNAM y Ciencia Política en la Universidad de Columbia. Es profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey. Ha publicado El antiguo régimen y la transición en México y La idiotez de lo perfecto. De sus columnas en la sección cultural de Reforma han aparecido dos cuadernos de Andar y ver.