OPINIÓN

Cuando he hecho algún hallazgo sorprendente y no he sabido ocultar mi entusiasmo, quedo creyendo que el vendedor olió mi ilusión

El Trocadero

NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL

5 MIN 00 SEG

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Alguna vez, hace muchos años, vi en el Trocadero una linterna que sólo mi imaginación me permitía afirmar que era de ferrocarrilero -pues en realidad no creo haber visto nunca ninguna linterna de ferrocarrilero: cuando me tocó viajar en tren a la Ciudad de México, todavía hacia principios de los años noventa, aunque todo aquel universo acumulaba anacronismos notables, esos artefactos sin embargo inconfundibles únicamente podían reconocerse porque no estaban ahí-. Era color verde oscuro y, aunque no parecía haber sido repintada, tampoco tenía demasiada oxidación; los vidrios (dos rojos, dos amarillos) que tenía por los cuatro costados estaban intactos, y sin duda lo que más me entusiasmó de ella fue figurarme que coincidía con absoluta precisión con la que el guardagujas va balanceando al final del cuento de Arreola, mientras se desvanece y el tren por fin parece que va a llegar a la estación: "En ese momento el viejecillo se disolvió en la clara mañana. Pero el punto rojo de la linterna siguió corriendo y saltando entre los rieles, imprudente, al encuentro del tren".