Por más que parezca y sea una pésima idea, ¿qué la hace preferible a cualesquiera otras que pueda haber? ¿Qué intereses beneficia?
Por arriba
NEGRO Y CARGADO / José Israel Carranza EN MURAL
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Construir un segundo piso en López Mateos será una prueba ominosa y duradera de la cortedad de miras y la falta de voluntad política que han sido la principal causa del desorden imperante en el crecimiento de la ciudad. Hay que precisar, desde luego, que esas taras no son de la ciudadanía, pues a los cientos de miles que todos los días recorremos algún tramo de esa avenida no nos queda sino resignarnos, y difícilmente podríamos hacer nada por remediar la situación. Podemos, sí, imaginar soluciones, y si las ponemos en común -como ya se ha hecho, enseguida vamos sobre eso-, sintonizarán sin duda con lo que permiten la simple observación y la vivencia diaria de lo que ocurre en esa arteria. Pero hay impedimentos estructurales insoslayables para que nuestra imaginación surta efecto e incluso para tomar acción por cuenta propia: si yo tengo que irme por ahí todos los días, es porque es el único camino a mi alcance, y pensar en otro significaría hacer un rodeo absurdo y demorar aún más tiempo del que voy a pasar avanzando a vuelta de rueda; si tengo que irme en el camión que va por ahí, es porque no hay más rutas que me sirvan; si, en cambio, debo irme en coche, es porque no hay suficientes camiones, ni ningún otro medio de transporte público. Y si no me voy en bici es porque, de hacerlo, muy probablemente acabaré atropellado. Y si me quedé atrapado en medio de una inundación, con riesgo de perder la vida, no ha sido por gusto, sino porque no tuve más remedio que estar justo ahí a la hora de la tormenta. Etcétera.